¿Cuál es la mejor forma de pedirle a tus hijos que descansen de la pantalla?

Hay básicamente cuatro formas de conseguir que nuestros hijos desconecten del smartphone y del resto de dispositivos tecnológicos. La psicóloga María Guerrero nos explica cuál de ellas es más efectiva.

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Conseguir que los niños pasen menos tiempo delante de la pantalla se ha convertido en uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan los padres actualmente. En esta época en la que la tecnología evoluciona rápidamente y las crisis se han convertido en un elemento más de nuestro día a día, muchas veces tenemos la sensación de que nos adentramos en territorio desconocido, como si formaramos parte de algún tipo de experimento a gran escala. No obstante, eso no significa que no podamos seguir apoyándonos en la investigación ni utilizar el sentido común. Además, como psicóloga familiar cuento con la ventaja adicional de conocer de primera mano qué les funciona y qué no a los padres que acuden a mi consulta en busca de ayuda para conseguir que sus hijos aprendan a desconectar de la tecnología. 

Sé por experiencia que ahora mismo se sienten sobrepasados por este tema. La mayoría ya han probado todas las alternativas posibles para pedirle a sus hijos que descansen de la pantalla. Veamos cuáles son.

Estas son las 4 actitudes más frecuentes que los padres suelen adoptar a la hora de pedirle a sus hijos que desconecten los dispositivos electrónicos, y sus consecuencias:

  1. Autoritaria: el padre o la madre le piden a su hijo que deje el teléfono. El niño les pregunta que por qué tiene que hacerlo. Y la respuesta habitual de los progenitores suele ser: «Porque lo digo yo». Es una situación por la que todos hemos pasado. Estamos tan hartos de tener que repetir lo mismo una y otra vez que pensamos que es nuestro último recurso para conseguir que nuestros hijos hagan lo que queremos. Si solo lo utilizamos esporádicamente, no tiene por qué ser perjudicial, pero si se ha convertido en nuestra forma habitual de abordar el problema, debemos tener cuidado; según todos los estudios, los niños que crecen en un ambiente autoritario tienen tendencia a desarrollar una personalidad insegura y ansiosa. Si enseñamos a nuestros hijos a obedecer órdenes que no comprenden, acabarán adoptándolo como un hábito y se acostumbrarán a hacer lo que los demás les pidan sin tener en cuenta sus necesidades o sus intereses. 

  2. Agresiva: «¡Apaga el teléfono inmediatamente! ¡Déjalo o te vas a enterar! ¡Te he dicho que lo apagues, eres un desobediente!». Si gritamos a nuestros hijos o nos comunicamos con ellos de cualquier otra forma agresiva, lo único que conseguiremos será generarles miedo e inseguridad y avivar su temor a equivocarse o a decepcionarnos. Los niños educados en este tipo de ambientes tienen tendencia a desarrollar una baja autoestima. En ningún caso debemos gritarles, pegarles o mostrar un comportamiento agresivo hacia ellos. Si tienes problemas para controlar este aspecto de tu personalidad como padre (por ejemplo, cuando estás estresado), mi recomendación es que busques ayuda profesional.

  3. Victimista: «Haz lo que te dé la gana, me tienes harto», «vas a acabar conmigo». Este tipo de comentarios culpabilizan a los niños y acaban generándoles inseguridad, lo que puede provocar que se sientan culpables de todo lo que sucede a su alrededor. 

  4. Tranquila y objetiva: «Vamos a apagar el móvil. Lo siento, pero no puedes seguir usándolo porque es malo abusar de él. ¿Quieres que hablemos de por qué? Porque es perjudicial para tu mente y para tu cuerpo. Hay actividades, como leer un libro y jugar a la pelota, que son fundamentales para tu salud física y mental porque te ayudan a ejercitar tu cerebro y tus músculos. ¿Qué te parece si vuelves a cogerlo después de comer como habíamos acordado?». Pedírselo de esta forma tranquila y objetiva les ayuda a desarrollar su confianza y su sentido de la responsabilidad y contribuye a su bienestar anímico. Es, sin lugar a dudas, una de las formas más saludables de educar a nuestros hijos, en la que establecemos una serie de normas que esperamos que respeten, pero también somos conscientes de que existen excepciones a ellas y les ayudamos a volver a la rutina.

Lo mejor que podemos hacer es sentarnos a hablar tranquilamente con nuestros hijos para explicarles cara a cara por qué hacemos las cosas. Muchos niños no entienden por qué es perjudicial para ellos pasar tanto tiempo delante de la pantalla, y tampoco ayuda el hecho de que vean que sus padres se pasan la mayor parte del día pegados a una. Los gritos y la ira no resuelven nada a largo plazo; el diálogo sí. En general, a nuestros hijos les resultará más fácil respetar las normas si les explicamos por qué las hemos establecido y somos consistentes con ellas.

Todos los estudios que he leído han llegado a la misma conclusión: los niños cuyos padres se muestran firmes y tranquilos, escuchan el punto de vista de sus hijos y les explican por qué las cosas son perjudiciales para ellos en lugar de castigarlos, se convierten en adultos más felices, responsables y decididos, y tienen más éxito y una mayor autoestima.

Evidentemente, no hay una única forma de educar a nuestros hijos, y todos podemos cometer errores. La mayoría de los padres piensan únicamente en el bienestar de sus hijos, aunque no siempre actúen de la forma más beneficiosa para su salud emocional. No es una tarea fácil, y no se trata de sentirse culpables, pero es fundamental que encontremos un equilibrio entre lo que es mejor para ellos y lo mejor para nosotros. 

Además, hay que tener en cuenta que a los niños les resulta difícil autocontrolarse al utilizar sus dispositivos. Explicándoles con calma el porqué deberían, lograremos buenos resultados. Esta forma objetiva de abordar los problemas es igualmente aplicable al resto de conflictos, y el tema de la tecnología es una buena oportunidad para ponerla en práctica. Desde aquí te animo a continuar usándola y a tener paciencia, porque tus esfuerzos se verán recompensados en el futuro.

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